Ahora que los rusos están de moda gracias a Puttin y sus travesuras, nos vemos obligados a recordar los días de la KGB y la guerra de nervios que alimentaron los miedos de Occidente. La Guerra Fría fue un ajedrez psicológico donde el poder nuclear de las potencias apretaba la garganta de la humanidad con las posibilidades de una tercera guerra mundial. Los rusos serán los malos a los que Hollywood ponga en la mira de sus producciones de acción bélica en los próximos años. Habrá un respiro para los barbados terroristas fanáticos del Islam en las pantallas. Quizas tengamos un Rocky más en el siglo XXI, a lo mejor un duelo de revancha entre un Balboa de geriátrico contra un Ruso de dos metros pletórico de músculos.
Pero Rusia es más que Puttin, tierra de espías y doping. Su cine y literatura son referentes monumentales en la historia de las artes, como lo son su teatro, su ballet y sus compositores e intérpretes musicales de la llamada música de academia, por ejemplo.
Y es justamente con algo de cine ruso lo que me estreno en esta Tertulia Tropical.
El regreso cuenta la historia de un padre que no ha visto a su familia durante diez años y decide regresar a ella. Sus hijos confrontan la imagen del padre, al que conocen solo en viejas fotos, con una realidad donde una mezcla de odio, amor y reproche alimentan el conflicto dramático de la trama principal. En un tenso paseo familiar a una isla lacustre del norte ruso el espectador se sumerge en una atmósfera donde los protagonistas nos recuerdan a los personajes atormentados de
Dostoyekski, autor clásicos de la novela rusa.
Esta película conmueve por la fuerza de los actores que le imprimen al drama, la sencillez del argumento y la estupenda dirección que en algunos planos le hace guiños a la poesía. Un producción dirigida por el entonces debutante
Andrey Zvyagintsev, una de las revelaciones gratas del cine ruso de nuestro tiempo.
La producción estuvo a cargo de Dimitry Lesnevsky, productor que con 200.000 dólares (unos 440 millones de devaluados pesos colombianos aproximadamente) sacó adelante una historia de bajo presupuesto que alcanzó 28 premios internacionales y 15 nominaciones más. Un buen ejemplo que deben estudiar los interesados en la producción cinematográfica nacional.
La actuación de los tres actores es una lección magistral de interpretación. En especial la de
Konstantin Lvronenko quien encarna el rol del padre, su representación hace recordar que Rusia ha sido tierra de grandes actores.
Viene a la mente la cita que David Mamet, director de teatro, escritor, y director de cine, hace del gran maestro de teatro Stanislavski, el ruso creador de un método que todavía sigue forjando histriones: "Hay dos tipos de obras. Las que uno sale del teatro y dice, mmm, nada mal, buena...y mejor ¿por qué no vamos a tomar un café? Y las otras, las que no dices nada cuando sales del teatro pero duras pensando en ella una semana entera, y lo mejor la recordarás por siempre".
Las historias nos aprovisionan para la vida, aseguró Kenneth Burke, y está película fue como un bálsamo para las cicatrices de los que siempre quisieron escribir una Carta al padre, como Kafka, pero que jamás pudimos entregar.
Este drama escrito por los guionistas Vladimir Moiseyenko y Aleksandre Novototsky se puede ver al final de este artículo gracias un internauta y Youtube.
Buen provecho fílmico para los que buscan cine en otros acentos.